Globalización y pérdida de soberanía

Con la globalización y el consecuente traslado de la capacidad decisoria de los estados hacia la esfera internacional, se pone en riesgo la unidad democrática de los países y puede traer graves consecuencias a nivel político, militar, así como llevar a crisis económicas.

Es imprescindible que cada nación conserve su soberanía y autoridad sobre sí misma con tal de tener la capacidad de controlar sus propios asuntos de forma eficaz, lo cual es uno de los principales beneficios de la unidad democrática. Delegar dicha autoridad sobre otros organismos externos, les otorga a estos poder e influencia sobre la propia nación, de manera que el estado se vuelve vulnerable desde el exterior.

A la vez que los estados nación pierden soberanía, también la pierden los ciudadanos. Estos ya no se sienten cercanos a los gobernantes y por lo tanto, no se sienten representados. Su voz no se escucha; sus intereses, necesidades y opiniones pasan a un segundo o tercer plano, y se sienten menospreciados y excluidos; de manera que esa situación deriva en problemas sociales y se pone en duda la legitimidad del gobierno.

El objetivo de delegar parte o la totalidad de la capacidad de decisión del estado en un organismo externo, se debe a la creencia de que éste podrá resolver los problemas que aparezcan en un futuro próximo o lejano. Ciertamente habrá problemas en los que el estado pueda verse limitado y necesite de ayuda externa, ¿pero es necesario ceder parte o la totalidad de la capacidad de decisión del estado y de forma permanente para recibir esa ayuda puntual? ¿Merece la pena?

La perdida de control del gobierno sobre el estado lleva a dilemas y a la generación de problemas. Si dicho gobierno no tiene capacidad para tomar decisiones, siempre dependerá del organismo externo para hacerlas frente, cuando seguramente en la mayoría de los casos el propio gobierno podría gestionarlos eficazmente sin ningún tipo de ayuda.

El objetivo de una unión externa debe ser obtener más fuerza a nivel internacional, disfrutar de ventajas, y obtener la capacidad de decidir globalmente sobre todos los estados miembros que conformen dicha organización, pero teniendo en cuenta que siempre será el propio estado el que debería tener la última palabra en aceptar o rechazar las propuestas que afecten a sus propios asuntos internos. No se debe ceder la soberanía delegando competencias, sino compartir decisiones, ya que eso significa perder poder sobre el propio territorio.

Tal y como indica Dani Rodrik, la globalización presenta un trilema de desafíos y contradicciones, debido a que la sociedad actual se ve forzada a elegir entre tres objetivos incompatibles, los cuales son: la globalización económica, el estado nación y la democracia. Para alcanzar dos de ellos de forma exitosa es necesario descartar el tercero.

Entre los escenarios que presenta Rodrik encontramos:

  • Estados nación dentro de la globalización económica, con políticas liberalizadoras a escala mundial que benefician el libre comercio, a las empresas y capitales, pero renunciando al control democrático, ya que existen limitaciones para implementar medidas por cuenta propia, aún y cuando los ciudadanos las respalden en mayoría, limitando así la capacidad de actuación política.
  • Renunciar a los estados nación frente a la priorización de la globalización económica y la democracia, donde instancias supranacionales desarrollarían la gobernanza global de los mercados. Se formaría un gobierno mundial o federalismo global, donde las regiones tendrían únicamente una pequeña soberanía a escala nacional.

Esta es la opción más probable actualmente en la Unión Europea, donde muchos apuestan por el federalismo europeo, con propuestas como el plan de unión bancaria e incluso la unión fiscal, con tal de consolidar instituciones europeas con capacidad efectiva para gobernar el mercado único europeo de forma efectiva, aproximadamente más del 1/5 del PIB mundial.

  • Estados nación independientes y soberanos, los cuales ejecutan políticas conforme a las preferencias de la población y de forma democrática. Para ello, hay que renunciar a la globalización y a sus ventajas de eficiencia económica, lo cual repercute en el comercio de bienes y servicios, y los movimientos internacionales de capital.

Esta sería la opción más deseable para que el estado nación mantenga su soberanía y sea democrático, de manera que los ciudadanos se sientan representados y sus opiniones se tengan en cuenta. El estado podrá tomar decisiones de forma eficaz sin necesidad de depender de un organismo externo que delimite su poder. Al no ofrecer competencias de la soberanía nacional de los estados nación a una entidad supranacional no se limitaría el poder del estado y su ciudadanía.

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